Y yo sobrecogido en la orilla te pregunté
si todo ese plancton, si toda esa vida
que se agarra como plaga a los acantilados
si toda esa maleza orgánica
que se alimenta casi de milagro
si todo eso tenía algún sentido más allá
de su ceguera obsesiva de multiplicarse más y más.
Y tú, ay tú, ¿por qué habrías de responder?
te pusiste de lado de todo ese movimiento celular
¿que le importa a la naturaleza que tú le des sentido? dijiste...
Comprendí, ay, la congoja de tu mirada de mar
me aparté un poquito y dejé pasar esa andanada
para volver a mirar lejos, al mar hipnotizante
al buda adormilado, al péndulo licuado.
Pero, ay, tú, ¿por qué me habrías de responder?
sentí el vacio de mis átomos, el ciclo vital
y me fui alejando de esos temibles ejércitos de crustáceos.
(Antonio Rubio. Alcabala del tiempo)